Semana de exámenes finales y peculiares encuentros

Estas últimas semanas han sido muy productivas porque me la pasado estudiando. El periodo de los exámenes ordinarios ha pasado. Tomé mis exámenes y he obtenido los resultados de hebreo y de literatura hispanoamericana. Aprobé ambas asignaturas y estoy muy contento con los resultados. Estoy contento de poder leer y escribir en hebreo bíblico. Además, siento que llevar literatura hispanoamericana me ha enseñado mucho sobre Hispanoamérica y lo rico que es la cultura. He leído mucho estos últimos meses gracias a las asignaturas que he llevado y aprendí un muchos de términos literarios nuevos.

Por otra parte, estoy pensando mucho en la carrera. Hablé con mi tutora académica de Fontys y me ha confirmado que muy probablemente pueda empezar con el último año de la carrera para poder graduarme el año académico que viene. Me parece increíble lo rápido que ha pasado el tiempo. A veces incluso me da el síndrome del impostor, porque no puedo creer que haya llegado tan lejos en el ámbito académico. De todas formas, estoy muy contento.

El periódico y un café doble. 
Sin embargo, estas últimas semanas he tenido encuentros muy negativos con algunos españoles. La gente en Granada tiene muy mala cara y muchos son – francamente – groseros. Hace unas semanas estaba tomando té con mis amigas que viven en el primer piso y al despedirnos, nos quedamos a conversar un rato en el pasillo. Eran alrededor de las 11:00 y al despedirnos bromeábamos y nos reíamos. Tal vez esta despedida haya durado unos 5 minutos.

Al subir mi vecino, que nunca había visto antes, me estaba esperando con su mujer para mandarme a callar. Me dijo que hay una hora de hablar y otra de callar y que, y repito: «En España se calla la boca después de las once y que si quería hablar fuerte que lo haga en mi país.» Eso a mí me pareció fuera de lugar. Y le explique al señor que con que me pidiera si pudiera hacer menos ruido en los pasillos estaría bien y que no tenía que darme ninguna lección. El señor se alteró y se acercó a mí de modo amenazador, como si quería pelear. Su esposa lo jaló y trataba de tranquilizarlo.

Según la señora, ya van varios días que el ruido en los pasillos los molesta. Les traté de explicar que yo procuro nunca hacer ruido en los pasillos e incluso ya me había disculpado y me volví a disculpar. Pero al parecer esto hacía que se molestara aún más el señor. Y la verdad es que yo nunca ando por los pasillos a esas horas.

No sé que haya causado semejante reacción, supongo que tuvo un mal día. Pero me parece intolerable que me hablara así y que me dijera cosas como “si quiero hacer ruido, que lo vaya a hacer en mi país”. Yo no nací ayer y no voy a tolerar que se me hable así. Yo le doy respeto a la gente y espero recibirlo. Jamás me han hablado de esta forma y mucho menos ponerse en frente mío como quien quiera pelearse. El señor es un hombre bastante mayor como para ponerse en ese plan.

Eso era la gota que derramo el vaso, he tratado de mantener una mente abierta al estar aquí, pero si en todas partes que vayas, restaurantes, lugares públicos, bares, supermercados, la gente tenga mala cara y trabajen con mal humor, eso fastidia. Es una actitud de prepotencia y apatía que no me acaba de sorprender. La universidad es uno de los pocos lugares que conozco donde la gente sea realmente amable. Y esto lo digo no solo porque me haya pasado a mí, sino también a mis compañeros de piso y demás conocidos.

Pero bueno, gracias por leerme.

Abrazos,

Josh

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