¡Qué desorden!
“What a dump!” Es una de las frases más célebres de Bette Davis. Lo dijo en la película 'Más allá del bosque' (1949). Esta frase sería luego repetida varias veces por Elizabeth Taylor en la adaptación de Hollywood de ‘¿Quién teme a Virginia Woolf?’ (1966). Usar esta frase sería como decir: “¡Qué desorden!” o algo por el estilo.
La razón por la que menciono esta frase es porque no hay mejor manera de describir la última semana en Granada, es decir, “What a dump!”
Durante las ultimas semanas he estado aprendiendo muchas cosas de la universidad y de Granada, es una experiencia verdaderamente educativa, pero estoy llegando el punto donde ya no quiero asimilar ninguna nueva información. Mi mente está cansada de estar constantemente en un entorno donde todo es nuevo. Hace que llegué a casa exhausto. Y estos días me cuesta mucho dormir. Subo a la cama a eso de las once y no pego el ojo hasta las cuatro de la mañana. Es una tortura dormir y una tortura aun peor despertarme.
Ayer iba a dar una presentación sobre el hombre de negocios de la época de la ilustración. Un tema que al principio me parecía aburrido, pero que al estudiarlo me empezó a gustar mucho. Al llegar al seminario, casi todos pudieron presentar, menos algunos. Yo era uno de los que no pudieron presentar, porque la hora no era suficientemente larga.
Le pregunté a la profesora cuando sería el próximo seminario a lo que me contestó: “A ver, no sé, cuando lo decida yo.”
Estaba furioso, porque me había quemado las pestañas preparándome y no pude presentar. Y dirás: “¡Pues qué más da, ya estás preparado para cuando sí puedas presentar!” Te cuento que no se trata de eso. Quería quitármelo de encima, porque me da muchos nervios presentar un tema sobre la historia moderna a un grupo de estudiantes de historia, que tienen un vocabulario consolidado en dicho ámbito, cuando ni siquiera estoy seguro de mi pronunciación. Pero bueno, ¿qué más da?
Elena, una chica que también está en mi grupo de historia moderna me dijo: “No te preocupes, es un análisis critico nada más. No le des tantas vueltas, todo va a salir bien.” Así que traté de tomarlo más con calma… ¡tanta terapia para luego no presentar!
Camino a casa me puse a pensar en la razón por la que me pongo tan nervioso cuando tengo que presentar, dar clases o entregar algún trabajo. Mis profesoras y amigos saben que me pongo de muy mal humor si hago algo mal o si pierdo en un juego insignificante.
Pero al analizar la razón de tanto drama, me di cuenta de que en esto mi hermana y yo somos muy similares. Aunque seamos personas muy distintas con características muy diferentes, una de las cosas que tenemos en común es la necesidad de ser el/la mejor en el ámbito académico.
Supongo que esto es parte de la forma en que fuimos criados. Cuando estábamos en primaria, mi mamá hacía un gran esfuerzo para asegurarse de que fuéramos aplicados y estudiosos. Hacía tarjetas mnemotécnicas, dramatizaba los temas que teníamos que estudiar y cuando se trataba de la naturaleza nos llevaba de paseo por la playa o por los bosques para que entendiéramos el funcionamiento de nuestros alrededores. Esto aportó al amor que mi hermana y yo hoy en día compartimos por los animales, el mar, los bosques y el mundo en sí.
Sin embargo, mi mamá también era muy estricta. Si sacábamos un nueve en un sistema de evaluación donde el diez es la nota más alta, nos decía: “Bien, ¿pero por qué no es un diez?”
Y más que nada esto nos daba miedo a cometer errores y nos motivaba a estudiar mucho. Según fueron pasando los años, mi mamá dejo de ser tan estricta con lo académico, aunque aún comparte el mismo entusiasmo por aprender y enseñar.
Pero supongo que nos inculcó de forma inconsciente la necesidad de sobresalir en todo lo que hagamos, y es algo que es muy difícil de desaprender. Por eso también me es difícil de entender como en los Países Bajos hay lo que conocemos como un “zesjes cultuur”, es decir, una cultura donde esta aceptable aprobar con lo mínimo necesario. Y funciona, porque nadie te pedirá tu lista de notas al buscar un trabajo. Con tu diploma basta.
Bueno, suficiente autorreflexión por un día.
Por cierto, mi profesora de historia moderna dijo que no piensa que había racismo en la América colonial. ¿La denuncio o me largo?
Abrazos,
Josh
La razón por la que menciono esta frase es porque no hay mejor manera de describir la última semana en Granada, es decir, “What a dump!”
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Bette Davis diciendo la famosa frase: "What a dump." en Más allá del bosque (1949). |
Durante las ultimas semanas he estado aprendiendo muchas cosas de la universidad y de Granada, es una experiencia verdaderamente educativa, pero estoy llegando el punto donde ya no quiero asimilar ninguna nueva información. Mi mente está cansada de estar constantemente en un entorno donde todo es nuevo. Hace que llegué a casa exhausto. Y estos días me cuesta mucho dormir. Subo a la cama a eso de las once y no pego el ojo hasta las cuatro de la mañana. Es una tortura dormir y una tortura aun peor despertarme.
Ayer iba a dar una presentación sobre el hombre de negocios de la época de la ilustración. Un tema que al principio me parecía aburrido, pero que al estudiarlo me empezó a gustar mucho. Al llegar al seminario, casi todos pudieron presentar, menos algunos. Yo era uno de los que no pudieron presentar, porque la hora no era suficientemente larga.
Le pregunté a la profesora cuando sería el próximo seminario a lo que me contestó: “A ver, no sé, cuando lo decida yo.”
Estaba furioso, porque me había quemado las pestañas preparándome y no pude presentar. Y dirás: “¡Pues qué más da, ya estás preparado para cuando sí puedas presentar!” Te cuento que no se trata de eso. Quería quitármelo de encima, porque me da muchos nervios presentar un tema sobre la historia moderna a un grupo de estudiantes de historia, que tienen un vocabulario consolidado en dicho ámbito, cuando ni siquiera estoy seguro de mi pronunciación. Pero bueno, ¿qué más da?
Elena, una chica que también está en mi grupo de historia moderna me dijo: “No te preocupes, es un análisis critico nada más. No le des tantas vueltas, todo va a salir bien.” Así que traté de tomarlo más con calma… ¡tanta terapia para luego no presentar!
Camino a casa me puse a pensar en la razón por la que me pongo tan nervioso cuando tengo que presentar, dar clases o entregar algún trabajo. Mis profesoras y amigos saben que me pongo de muy mal humor si hago algo mal o si pierdo en un juego insignificante.
Pero al analizar la razón de tanto drama, me di cuenta de que en esto mi hermana y yo somos muy similares. Aunque seamos personas muy distintas con características muy diferentes, una de las cosas que tenemos en común es la necesidad de ser el/la mejor en el ámbito académico.
Supongo que esto es parte de la forma en que fuimos criados. Cuando estábamos en primaria, mi mamá hacía un gran esfuerzo para asegurarse de que fuéramos aplicados y estudiosos. Hacía tarjetas mnemotécnicas, dramatizaba los temas que teníamos que estudiar y cuando se trataba de la naturaleza nos llevaba de paseo por la playa o por los bosques para que entendiéramos el funcionamiento de nuestros alrededores. Esto aportó al amor que mi hermana y yo hoy en día compartimos por los animales, el mar, los bosques y el mundo en sí.
Sin embargo, mi mamá también era muy estricta. Si sacábamos un nueve en un sistema de evaluación donde el diez es la nota más alta, nos decía: “Bien, ¿pero por qué no es un diez?”
Y más que nada esto nos daba miedo a cometer errores y nos motivaba a estudiar mucho. Según fueron pasando los años, mi mamá dejo de ser tan estricta con lo académico, aunque aún comparte el mismo entusiasmo por aprender y enseñar.
Pero supongo que nos inculcó de forma inconsciente la necesidad de sobresalir en todo lo que hagamos, y es algo que es muy difícil de desaprender. Por eso también me es difícil de entender como en los Países Bajos hay lo que conocemos como un “zesjes cultuur”, es decir, una cultura donde esta aceptable aprobar con lo mínimo necesario. Y funciona, porque nadie te pedirá tu lista de notas al buscar un trabajo. Con tu diploma basta.
Bueno, suficiente autorreflexión por un día.
Por cierto, mi profesora de historia moderna dijo que no piensa que había racismo en la América colonial. ¿La denuncio o me largo?
Abrazos,
Josh
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